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MONARQUÍA vs REPÚBLICA (I)

martes, 2 de junio de 2009

Anoche cometí cierta “locura” porque mientras estudiaba para un examen de Sistemas Políticos Comparados me dediqué a buscar videos de mi profesor, Jorge Verstrynge y encontré un debate largo sobre la Monarquía y la República como posibilidad de forma de gobierno en España muy interesante y que me quitó tiempo y horas de sueño. En ese mismo debate se planteaban una serie de cuestiones sobre las verdades o mentiras, ventajas o desventajas de la Monarquía y el resultado de la Transición española que voy a analizar en varios capítulos de este blog.

 

1.    La Monarquía como consenso en la transición.

 

Todos sabemos que la palabra clave que define la “modélica” transición española es “consenso”. Sobre la base de dicha palabra se articularon acuerdos como el reconocimiento de las “nacionalidades o regiones” dentro de la unidad nacional, el régimen de derechos y libertades y sobre todo la forma monárquica de gobierno. Pues bien, en realidad el argumento subyacente a esta idea de consenso es que la transición española es un pacto “posibilista” entre las élites salientes del franquismo y la oposición democrática, es el pacto máximo al que se puede llegar en un contexto determinado, el mal menor en función de las circunstancias. Los socialistas también acabaron predicando esta filosofía cuando acataron el Estado Moderno, por definición capitalista, para posibilitar un régimen que conciliara socialismo y democracia. Es decir, se trata de utilizar la Monarquía para conseguir la forma de Gobierno que posibilite un máximo de democracia en un contexto histórico determinado.

 

Pero sobre la Monarquía en España hay debate todavía candente o cosas que preguntarnos. ¿Fue verdaderamente un activo tan importante e imprescindible para la Democracia? Es verdad que el Rey podía haber continuado con una Monarquía de carácter absolutista o autoritaria, limitando y secuestrando la soberanía popular. Pero lo cierto es que no le hubiera servido de nada. Monárquicos y Republicanos sabían que la Democracia era el sistema de gobierno deseable dadas las circunstancias porque la sociedad española había modernizado sus costumbres, su economía, su pensamiento social y la agitación política a medio plazo que hubiera suscitado un cambio hacia esos postulados hubiera traído más inestabilidad de la que ya existía entonces. No olvidemos que los últimos años del franquismo son los años con mayores huelgas y revueltas sociales que en ese momento se recordaban. La sociedad por tanto había cambiado y el régimen se sostenía básicamente del mantenimiento de la represión y el orden público, lo cual no da de comer a un régimen político en sociedades avanzadas sino fuera por la mentalidad acallada de otros muchos españoles en aquellos tiempos.

 

Al Rey por lo tanto no le quedó otro remedio, aun cuando lo deseó realmente, que acatar la forma democrática de gobierno. Sin embargo, el advenimiento de la monarquía está sometido a hechos “irregulares” que platean si aquello fue un solo pacto posibilista con miras a un futuro revisionista o algo sencillamente hecho con toda vocación de permanencia.

 

Para empezar, la monarquía no es un pacto porque viene dada o impuesta por una Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado y demás leyes fundamentales franquistas. Por lo tanto es verdad que la monarquía es fuente de consenso durante la transición pero no era teóricamente imprescindible, y veremos más adelante que podríamos prescindir de ella sin gran trastorno.

 

En segundo lugar, hay que aceptar que la Monarquía no se consolida con la Constitución y el referendum que la aprueba, sino que viene impuesta con anterioridad. Además, la cuestión fundamental del pacto de la transición no es solo la monarquía, además de transitar a la democracia, lo importante es hacerlo sin romper con la legalidad anterior y es la oposición democrática la que abandona la ruptura y la convocación urgente de Cortes Constituyentes. Por lo tanto, si no se ha roto con la legalidad anterior sino que se utiliza la misma para una reforma del Estado, la monarquía no puede ser fundamental. ¿Quién podía predecir en 1976 que el Rey iba a serlo de todos los españoles o que iba a fomentar este cambio político? Ni siquiera cuando era un rey no constitucional se pronunció políticamente a favor de la democracia.

 

En tercer lugar. Si aceptamos lo anterior deducimos que el origen de la monarquía no es el pacto constituyente sino una legitimidad legal-racional procedente del franquismo. Sin embargo en una Democracia hay un poder superior a la constitución y al monarca, que es el pueblo manifestado de diversas formas, y que es quien otorga lo que Max Weber califica como legitimidad carismática, otorgada a un “líder” considerado especial o imprescindible, cualidad que no se le es reconocida al monarca hasta la noche fatídica del 23-f.

 

Finalmente, el pacto de la transición no respetó la soberanía del pueblo por mucho que lo tuviera en cuenta, le otorgara altos grados de libertad y le facilitara una democracia. Dice precisamente Jorge Verstrynge que la voluntad del pueblo fue secuestrada, y añado: porque no se reconoció la existencia de un Poder Constituyente que sometiera a debate y votación por sufragio universal las cuestiones importantes del gobierno del Estado. Y el debate Monarquía o República está entre esas cuestiones. Lo demuestra un  hecho significativo: tanto la definición de España como Monarquía Parlamentaria, que se encuentra en el Título Preliminar de la Constitución de 1978, y que es en palabras de Schmitt una “decisión política fundamental”, como el contenido del Título I “de la Corona”, gozan de superioridad legal frente a otros apartados de la Constitución en tanto en cuanto necesita mecanismos más complejos para su reforma.

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