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España, nación de naciones.

domingo, 11 de julio de 2010

Vivir para ver. En España llevamos más de un siglo sufriendo los problemas de una débil construcción del Estado y estos problemas afloran cuando las condiciones políticas se complican. El problema de los nacionalismos en España no es un problema de hoy y cometeríamos un error si no tratamos de analizarlo con perspectiva histórica. Desde el último cuarto de siglo XIX surgieron en Cataluña movimientos culturales entorno a la lengua y la cultura que reivindicaban sus diferencias objetivas frente a España. Mientras Cataluña y el País Vasco habían desarrollado fuertemente sus industrias (pesada y textil) el resto de España, apoyada en el sistema agrícola y todavía retrasado de Castilla se limitaba a cultivar el trigo y verse condicionada por las sucesivas crisis de cultivo.

El desarrollo de la periferia con independencia del centro estaba también condicionado porque los puertos de Bilbao y Barcelona eran los puertos españoles más abiertos al comercio con Europa. Sevilla, Cádiz o Málaga perdieron su hegemonía cuando España perdió sus colonias y, probablemente, el capital y el desarrollo económico se focalizó allí donde había capacidad de movimiento. Ese contacto con Europa, en la que corrían otras ideas y otros valores que los tradicionales de la España castellana y tradicional, facilitó cuanto menos, el surgimiento de nacionalismos y sentimientos de agravio en Cataluña. (En el caso del PV es distinto, y seguro que más adelante lo sabremos). Sin embargo, los catalanes fundaron primeramente una cosa que se llamó Lliga Regionalista que no era otra cosa que “una solución catalana para España”, es decir, una manera de catalizar hacia el resto de España el desarrollo económico y social que podemos identificar, por ejemplo, en la Barcelona del modernismo.

Luego llegaron sucesos interesantes como la Mancomunidad Catalana que resultó un fracaso. Primo de Rivera la suspendió. La República aprobó un estatuto que fue fulminado con el franquismo. Durante la transición, catalanes y vascos se situaron cerca de la oposición en el exilio y cuando llegó el momento del final de la dictadura vincularon el estatuto de autonomía a los gritos de amnistía y libertad.

De manera muy resumida he intentado exponer los problemas que hemos tenido todos para construir una España en la que quepamos todos. El Estado de las Autonomías, como solución cuasifederal, casi lo consigue. Y digo casi porque, como bien sabéis, ayer se produjo una manifestación histórica en defensa de un Estatuto de Autonomía refrendado por los catalanes previa aprobación en el Parlament y en las Cortes Generales.

Entrando un poco en materia la sentencia dice que “la Constitución española no conoce otra nación que la española”. Resulta interesante que el verbo utilizado por los magistrados del TC sea conocer y no reconocer. Si bien es cierto que la Constitución reconoce la indisoluble unidad de la nación española, reconoce también la autonomía aquellas nacionalidades y regiones que lo solicitan. Si reconoce la existencia de nacionalidades, resulta paradójico que no conozca a las naciones que representan a aquellas. ¿No conoce porque no quiere? No conoce porque para eso deberíamos reformar la Constitución y decir que en España conviven varios pueblos, que quizá conformen naciones – sin entrar en el debate sobre qué es una nación, porque puede ser eterno-. Y en esa Constitución deberíamos dar lugar a un Estado Federal con dos características indispensables:

En primer lugar, que existan instituciones para la decisión conjunta entre las CCAA para las cuestiones comunes. Es decir, para que instituciones como el Senado o la Conferencia de Presidentes funcionen con independencia del color del gobierno de la Comunidad.

En segundo lugar, que la Constitución reconozca el sentimiento, cualquiera que sea, de las diferentes CCAA. Si Cataluña cree que es una Nación, y dicho término se introduce en el Preámbulo del Estatuto, sin que este tenga validez jurídica alguna…¿Por qué entrar en provocación alguna después de todo un proceso de tramitación parlamentaria y aprobación popular?.

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