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Irán, utopía y los juegos olímpicos.

sábado, 20 de junio de 2009

Estos días, provocado por la pasividad en el estudio, derivada de un aburrimiento supino, me he dedicado a contemplar dos acontecimientos muy distintos de la actualidad que han centrado mi atención. En primer lugar el autoritarismo de la ya declarada no democracia en Irán, y en segundo lugar, las noticias sobre la candidatura de Madrid para albergar los juegos olímpicos. A pesar de que ambas temáticas no tienen aparentemente nada que ver, han despertado en mí una fuerte sensibilidad, y con ella, muchas emociones que aunque contradictorias, han sido especialmente intensas.

Por un lado al ver la no resignación de la oposición iraní a reclamar transparencia y libertad frente a un opaco sistema político que no respeta la libre oposición democrática ni los mínimas exigencias de transparencia electoral. Las noticias, contadas en muchas ocasiones por los propios activistas de la "revolución verde", han despertado las mismas sensaciones de ilusión y utopía que cuando leí y estudié acontecimientos como Mayo del 68 o la Revolución de los claveles. Aunque, también he de decirlo, soy consciente de que los anteriores acontecimientos todavía les quedan muy lejos a esos luchadores iraníes.

Y finalmente, ha sido la posibilidad que Madrid trata de alcanzar, de organizar unos juegos olímpicos, lo que ha desatado mayores emociones. Durante esta semana leí las noticias sobre la presentación de las candidaturas, las posibilidades de Madrid, el entusiasmo popular, el video del "tengo una corazonada" y los vídeos en Youtube sobre la ceremonia de apertura de los juegos olímpicos de Barcelona - mirad a ver qué sentís cuando la palabra HOLA se forma en Montjuic -, todo ello, con la resaca todavía presente en mi memoria de Pekín´08. Todas esas noticias y las sensaciones de universalidad, fraternidad y unión que el deporte olímpico y su espíritu durante unas semanas desata en todo el mundo han servido de contrapunto positivo a los acontecimientos de Irán y de distracción ante los también desgraciados acontecimientos que vivimos estos meses. ¿A qué español medio no le haría ilusión estar presente en la hipotética ceremonia de inauguración de los juegos de Madrid? ¿A quién no se le pondrían los bellos de punta con el espectáculo y sus flashes? ¿Quién no sentiría un cosquilleo con el encendido de la llama olímpica? No tengo ninguna duda de que los juegos olímpicos encarnan un espíritu de paz y concordia.

Pues bien, son ese espíritu de paz y concordia, de ilusión y utopía, que en parte -desgraciadamente- vive el mundo durante tres semanas, los que deben animarnos a todos a perfilar caminos de mejor y más grata convivencia en este mundo, de mayor transparencia, respeto y tolerancia, algo tan preciado que si no lo cuidamos irá llenando el abanico de los temas que en 2016 podrán parecer una utopía.


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