España es un país democrático, que en su constitución
establece los derechos y libertades de los que gozan sus ciudadanos, que han de
verse acompañados de los valores dogmáticos de convivencia entre españoles
garantizados por la ley y la justicia. En España reconocemos por la
Constitución la economía de mercado como una herramienta de progreso, pero
siempre y cuando se respeten unos límites establecidos en el Capítulo III del
Título I de la Constitución sobre la política social y económica y desarrollada
en leyes.
A grandes rasgos, éste es el modelo de país que los españoles
decidieron apoyar en 1978, un camino por el que transitar de una dictadura a
una democracia y para algunos, con modificaciones urgentes, sigue siendo un
camino loable y una herencia reconocible.
Durante los años de democracia España ha dado lugar a hitos
importantísimos en su historia contemporánea: ha construido un sistema educativo
universal y obligatorio, una sanidad universal y gratuita, un sistema público
de pensiones. Además, alrededor de todos estos sistemas toda una serie de
prestaciones que permiten a los ciudadanos acceder a unos mínimos recursos en
los que apoyarse para lograr las mismas oportunidades que aquellos que tuvieron la suerte de nacer en familias más adineradas (Ayudas, subvenciones, becas, ayudas a la dependencia, etc). Y todo
ello dentro de una inserción en Europa que nos ha hecho más libres, más ricos y
más fuertes. La otra cara de la moneda es que para sostenerlo tenemos que pagar
impuestos: lo bueno es que ahora, a diferencia de los años 50, tenemos un
sistema fiscal más progresivo que hace pagar más a quien más renta tiene, a
quien obtiene beneficios, a quien más capacidad de compra ejercita…etc.
Se han cometido errores, pero ahora no estamos para
fustigarnos. Ahora tenemos todo que defender y a la vez mucho que ganar y que
perder. Toca explicarnos a los españoles que nos equivocamos cuando accedimos a
pensar que podíamos sostener el modelo pagando una menor proporción de nuestras
ganancias. Toca explicarnos que en tiempos de bonanza no éramos más ricos
porque nos comprábamos casas, coches y vacaciones con las que hasta hace 15 años
ni soñábamos, sino más pobres porque lo
hacíamos endeudados y que es precisamente eso lo que estamos pagando ahora.
Estoy convencido de que si preguntamos a la gente si quiere
una sanidad universal y gratuita dirá que sí; si quiere un sistema educativo universal,
gratuito y obligatorio; si quiere un sistema público de pensiones…a todo ello
dirá que sí. No tengo tan claro que diga que sí a pagar los impuestos
necesarios para sostener esos sistemas sin estrés. Y este es un trauma cultural
que nos costará tiempo superar sino renovamos el pacto para reconstruir un
modelo de convivencia en el que queden claros los beneficios y los costes o, lo
que en política se llama derechos y deberes.
Dejemos claro qué país queremos, el de los 545 puntos
básicos de prima de riesgo, sin acuerdos, sin pactos, sin convivencia, de los
balones fuera y la irresponsabilidad. O el país responsable, seguro de sí
mismo, que defiende su modelo de convivencia, con rumbo fijo y consensuado, que
hace de verdad sus deberes. Es urgente no caer en el desastre.
Siempre se ha dicho que existen dos Españas: “una España
muerta, hueca y carcomida, y otra nueva, afanosa, aspirante y que tiende hacia
la vida” (Ortega). Yo vivo en medio de las dos, con ganas de repetir la
victoria de la segunda.
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Hoy hay que leer...
http://elpais.com/elpais/2012/05/31/opinion/1338475092_453958.html
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2 comentarios:
Y yo sin enterarme de tu faceta bloguera...:)
Un abrazo. Te leeré.
Jesús María García
Jajaja, pues anda que no llevo!
Yo a ti ya te leo, y no dejaré de hacerlo!
Un abrazo!
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