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martes, 20 de abril de 2010

Ya son 5 las jóvenes españolas de origen marroquí que se han solidarizado con la joven Najwa Malha a la que se le impide acudir a clase en un Instituto de Pozuelo de Alarcón por llevar velo.

Yo entiendo su solidaridad, y es más, entiendo incluso que haya quien se atreva a cuestionar las normas sobre "libertad religiosa" de nuestro país, pues el intento de aconfesionalidad neutral que inspira la Constitución no ha servido para dar una respuesta a los problemas e interrogantes que plantean hoy en día sociedades multiculturales en las que conviven numerosas confesiones religiosas.
Doña Esperanza Aguirre ya ha dicho que "no se debe llevar velo al instituto". Habrá toda una retaíla de cargos públicos conservadores y católicos que aplaudirán la norma como cosa lógica pues si pudieran, harían de España un Estado confesional. Pero también habrá liberales, republicanos o socialistas que sigan este argumento, convencidos de que España es un Estado laico en el que no cabe manifestación religiosa alguna. A esta gente habrá que recordarle que España es un Estado aconfesional que reconoce unas especiales relaciones con la Iglesia católica - apostólica y romana, para más INRI- a través de esos magníficos concordatos-tratados con el Estado Vaticano que gracias a la herencia de moderados, conservadores y franquistas, de siglos XIX y XX, disfrutamos como buenos creyentes que semos, y que ratificamos nada más iniciar nuestro periodo Constitucional.

Yo mismo soy partidario de un estado laico, en el que NINGUNA manifestación religiosa es posible en los colegios públicos, en el que la Iglesia Católica vaya perdiendo progresivamente todo el poder que todavía acumula en la educación y en la que ningún niño o niña tenga que comulgar con una determinada manera de entender la vida y el mundo que le rodea, si no quiere.

El problema de España entonces es el "si ellos pueden...yo ¿por qué no?". Es decir, si yo voy a un cole en el que tengo un crucifijo encima de la pizarra, ¿por qué si tenemos un régimen constitucional que consagra la libertad religiosa como derecho fundamental, yo no puedo llevar ese velo a clase?. ¿Por qué unos símbolos se pueden mostrar y otros no?

Resulta que si las niñas persisten en su empeño para "buscarse problemas" -según el colegio de Pozuelo-, el Ayuntamiento le facilitará la asistencia a otro centro donde no exista una norma que prohiba cubrirse la cabeza con ninguna prenda, sea aquella o no de carácter religioso. Pero, ¿y si dejáramos a los padres de todos los niños y niñas elegir colegio en función de esta variable?, ¿por qué no incluir otras como la obesidad, ser celiaco, la orientación sexual o mejor: ser hijo de padres separados?, ¿y por qué no tener pene o vagina?, ¿y mis gustos culinarios? O igual queremos volver a la disgregación entre personas que son, en lo esencial libres e iguales. ¿Acaso el artículo 14 de la Constitución no dice que somos todos iguales ante la ley? Si tenemos que crear un colegio para cada circunstancia y conciencia moral el déficit del 11,2% me parece una maravilla.

Yo, en este caso seguiré siendo progre, pensando en una educación pública e inclusiva, en la que cabemos todos con independencia del sexo, raza, religión, orientación sexual. En valores como la multiculturalidad, el respeto, la tolerancia y la integración. La Ley sobre Libertad religiosa es necesaria para atajar estas situaciones, y no debemos tardar demasiado en sacarla adelante. Así estas cosas quedarían meridianamente claras de antemano.

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