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Lo que de verdad importa

domingo, 13 de marzo de 2011

En los últimos días escucho mucho hablar sobre los 110 km/h y la ley anti-tabaco. Es verdad que son dos medidas restrictivas de la libertad pero no de la libertad con mayúsculas como dicen algunos. Además de ir a 110 km/h, tenemos que ponernos el cinturón de seguridad, llevar casco reglamentario si vamos en moto, tener preparados chalecos reflejantes para accidentes en carretera, tenemos que dar los intermitentes, tenemos que pararnos a auxiliar a alguien si es víctima de un accidente, tenemos que respetar millón y medio de señales. En realidad, los 110 km/h pueden gustar más o menos, pero es una restricción igual a la existente con los 120 km/h y que ha tomado el gobierno basándose en la necesidad de ahorrar combustible. No es algo una injerencia en nuestra vida personal que vaya más allá que otras permitidas al Estado. Es evidente que no todos ahorran por igual y que, como joven, me gustaría que hubieran sido otras las medidas del gobierno. Por ejemplo, me hubiera gustado que hubieran bajado todavía más el coste del transporte público, pues mi abono de transporte me cuesta 63 euros todos los meses. Una reducción del 30% o 40% en el precio del transporte público hubiera sido beneficiosa.

En todo caso parece que lo que importa somos nosotros. Los individuos egoístas que no pensamos mas que en nuestro propio beneficio. Hemos dejado de ser ciudadanos. No consideramos la comunidad como un espacio de convivencia común. Si no fuera así deberíamos darnos cuenta de que nadie ha exigido al Gobierno que reduzca el 80% de dependencia energética sobre combustibles fósiles (petróleo, carbón o gas natural). Queremos ir a 120 km/h, pero pensar en lo que nos cuesta a todos el déficit de tarifa y lo bien que le viene a las eléctricas...de eso nadie parece enterarse.

Cuando la cosas van mal, al igual que cuando van medio bien o cuando van bien las democracias han de funcionar por el menos común de los sentidos. Es decir, parece ser que hemos borrado de nuestra mente esto de que debe primar el interés general: el bien común. No quiero decir que los 110 sea lo mejor. Solo pretendo que reflexionemos sobre las cosas que decimos muchas veces, no paramos de meternos con los demás y muchas veces de echar balones fuera, pero tenemos que ser capaces de abstraernos del debate sectario y partidista para arrimar un poquito el hombro. Entre partidos si, es a los primeros que hay que exigírselo. Pero también a los ciudadanos con sus políticos.

No parece que exista prohibición sobre conductas de participación ciudadana básicas y sin embargo los ciudadanos españoles somos de los que más participamos en elecciones pero de los que menos nos acercamos y valoramos nuestras instituciones democráticas. Pueden ver ustedes cualquier encuesta del CIS. Criticamos a los políticos en tertulias de salón pero no nos relacionamos con nuestro ayuntamiento. Solo nos damos cuenta de que existen cuando la situación general de nuestra vida se torna trágica. Y es natural, claro que si...pero no podemos pretender recuperar ahora un rigor y una confianza por la que dejamos de velar hace años, cuando empezábamos a vivir bien y, en algunos casos, por encima de nuestras posibilidades.

La conciencia política es algo que se lleva siempre. Para bien o para mal. Pero hay que ejercitarla más allá de ver las noticias. ¡Qué bien hicieron los griegos en su momento eligiendo los cargos de la poleis por sorteo, obligando a todos los ciudadanos preparados para ejercer cargos públicos! Para comprometerse con los ciudadanos. Claro que a más de uno le daría un infarto.

Para mi, quien se mete a política ahora es un valiente y no un chupafrascos. Alguien que sabe que le van a llover por todos los lados. Pero si yo lo hice porque tengo la esperanza de que, en la medida de mis posibilidades voy a cambiar las cosas, ¿Por qué no pensar que la gran mayoría los demás sienten lo mismo que yo? ¿Acaso todo lo que importa son los 110, la imagen de la Leire Pajín o la ley antitabaco? o, como he leído a una buena amiga en facebook, el problema de las pensiones, la dualidad del mercado laboral, la escasa diversificación de nuestra economía, la debilidad demostrada en algunos casos de nuestro Estado del Bienestar, la necesidad de mejorar la educación y la cultura de los niños y jóvenes ...¿no son estos problemas más decisivos, profundos e importantes a largo plazo?

Por favor, soy joven, no me robéis la esperanza...

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