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Historias de las dos Españas.

jueves, 21 de mayo de 2009

Podría decirse que la política en España no pasa por sus mejores momentos. El sistema parlamentario, herramienta útil para discutir y dar solución a los problemas del país se ha convertido más que en un activo anticrisis en un campo de batalla campal que lastra las posibilidades de acción política contra la recesión. "Los Grupos Parlamentarios critican al Gobierno que rebaje su plan anticrisis" dice hoy EL PAIS.com. Tienen razón en dos ámbitos, en primer lugar en lo que tiene que ver con los ordenadores portátiles a los alumnos y en la retirada de apoyo a la reforma laboral. Sin embargo, el resto de medidas quedan postergadas a las negociaciones de futuras leyes, que tardarán más todavía en ejecutarse y mientras tanto pagan los ciudadanos. Los ciudadanos estamos cada vez más desamparados ante la crisis.


Ha llegado un momento en el que el discurso de nuestros políticos es solamente lo "oficial", algo que nada tiene que ver con las necesidades "reales" de la sociedad. Todo queda postergado, los anuncios se descafeinan a los 3 días y el compromiso de acuerdo de los grupos parlamentarias dura lo que una gota de agua en ser absorbida en el desierto. De nuevo expongo mi tesis de irresponsabilidad de la oposición que critica al Gobierno haber rebajado sus planes anticrisis sin apenas haberse acercado a la simple idea de un gran pacto por un nuevo modelo de crecimiento, algo necesario, algo que implica muchas reformas y de las cuales pueden sacar tajada y aportar un granito de arena. Estamos ante el Gobierno del "buenismo" y del talante, sin embargo, después de llevar meses demostrando la soledad del Gobierno, el debate sobre el estado de la nación y las resoluciones del Congreso hubieran sido el mejor escenario para mostrar algo de unidad y confianza. Si el Gobierno está tan debil ¿Por qué nadie se atreve a forzarle a pactar grandes mayorías? Fue lamentable ver la semana pasada como todos los grupos barrían para casa, ante algunos ciudadanos estupefactos que esperan de allí un gran pacto. Ningún partido de la oposición se a achantado, nadie ha dado su brazo a torcer y así, necesariamente las medidas prometidas se quedan en agua  de borrajas.

Pero olvidémonos de eso. No hay pactos ni los va a haber, y lo que en realidad comienza a aflorar es un discurso parecido al de las dos españas que Ortega señalaba en su época. "Dos Españas señores, están trabadas en una lucha incesante". Una era la que aspiraba a cambiar las cosas, inmersa en la sociedad civil y apartada del poder por la otra, encarnada en la oligarquía dominante, conservadora y moribunda. Son la España "real" y la "oficial" de Joaquín Costa. La que sufre y la que observa desde sus escaños impasible como sus retrasos, su falta de compromiso y su irresponsabilidad afectan de manera impune al ciudadano.

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