Un terremoto asoló la semana pasada uno de los países más pobres del mundo, Haití. Un terremoto de tal magnitud puede provocar una catástrofe practicamente en cualquier parte del mundo, salvo en los países desarrollados acostumbrados a tener seismos cada cierto tiempo, como Japón, que han desarrollado normativas urbanísticas que acondicionan los edificios para sobrevivir. Huelga decir que Haití no es el caso, y como consecuencia muchos editoriales han destacado una cosa, que por otra parte es evidente, a saber: la incapacidad del Estado de Haití para hacer frente a la situación. Es más, incluso algunos periódicos han afirmado que "Haití ya no existe".
Cadáveres quemados en las esquinas o hacinados en calles en señal de protesta; inexistencia de efectivos sanitarios, de bomberos o policías que controlen la situación; un país con una renta por habitante ínfima y un Estado sin apenas ingresos. Y entre tanto, una Sociedad Internacional despistada y sin un liderazgo intergubernamental autónomo capaz de articular una misión internacional solidaria que ayude a contabilizar e identificar fallecidos, ayudar a los heridos y repatriar a los extranjeros. Y es que la ONU se ha quedado sin sede. Pero, tan preocupante es esto como que, después de casi una semana, los países ricos todavía debatimos si lo importante es proporcionar seguridad o ayuda humanitaria. Como si ambas cosas fueran disociables y como si el mundo desarrollado no tuviera suficientes recursos para atender semejante necesidad humana.
6 días después, la esperanzas de vida son escasas. Y yo me pregunto... Tantas catástrofes vividas, tantas guerras, tantas misiones internacionales y aun así, tanta descoordinación. Para que luego digan y se hagan cábalas sobre la gobernanza mundial, los beneficios de la globalización y el multiculturalismo. Las dos caras de la misma moneda. En realidad, la gobernanza solo es un habitáculo de poder accesible a los más ricos, los beneficios de la globalización hasta ahora se han medido en términos económicos, y el multiculturalismo es todavía una ilusión en casi todos los países.
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